miércoles, 20 de febrero de 2013

Argumentos de barra de bar (literaria)

El otro día oía que nuestra crisis política e institucional se puede explicar poniendo a Bankia en el centro, y que tarde o temprano saldrá un tentáculo que vinculará a la amalgama de CajaMadrid con los bancos del Levante español, un pufo que ha costado al contribuyente -y seguirá subiendo- decenas de miles de millones de euros, una cifra fabulosa bajo cualquier consideración.

Antes de esto, CajaMadrid era el brazo armado del PP en cuestiones económicas, con una generosa partida para eso que se llamaba caritativa y decimonónicamente "obra social", que iba desde cuidar ancianitos a mantener centros culturales de élite y de barrio, pasando por ediciones culturales sin ninguna viabilidad comercial, restauración de patrimonio, ciclos de música dignos de Viena (¡no vamos a ser menos que nadie!) y un mensual llamado Revista de Libros.

Remedo e imitación de sus semejantes en el mundo anglosajón, la publicación jamás llegó ni a la altura del betún de esas "inspiraciones", pero no dejaba de ser algo interesante en el panorama cultural español; con una marcada tendencia al conservadurismo rancio -entre sus firmas se encuentra alguien tan deleznable como Rupérez, de profesión diplomático y, especialmente, amigo de Aznar-, una nauseabunda sección de crítica literaria y, esto es lo bueno, al menos dos artículos por número que justificaban la compra, echó el cierre en los primeros compases de la crisis que hundió la institución histórica que la mantenía, y cuyas raíces se remontan al siglo XVIII.

Hace poco ha sido devuelta a la vida, de la misma forma que Mary Shelley ideó para su creación más famosa, esta vez sustituyendo los rayos y los diodos en las sienes por eso que se llama Internet. Manteniendo a algunos de sus peores columnistas -incluyendo al Mortadelo de Málaga obsesionado con wikipedia- y perdiendo a casi todos los mejores, sigue con una costumbre iniciada en los tiempos de papel de reproducir artículos señalados del London Review of Books y New York Review of Books. Pero de nada sirve vestirse de seda.

Así ha llegado al público español la reseña que David Runciman publicó hace dos meses sobre el libro de Hamilton. Es significativo que, entre todos los artículos interesantes que podían escoger, hayan cogido uno de una temática tan extraña a la revista como deporte y dopaje. Será que las élites culturales españolas (sonido de platillos) han decidido (risas enlatadas) interesarse por el tema (abucheo). Si se fijan en las librerías verán que hay un interés (inducido) por las cosas del deporte. Otra cosa es que se lean, claro.

Runciman es un joven (1967) profesor de Cambridge, famoso porque escribe regularmente en The Guardian y otros sitios de consumo masivo. ¿Su especialidad? Todólogo, aunque nominalmente está especializado en política, que es la mejor manera de ser todólogo. Pertenece a una familia de alta alcurnia británica, que siempre ha sabido cuidar a sus élites. Al menos leen.

Su artículo es lamentable, y probablemente por eso haya sido traducido y difundido entre el público español. Con el inequívoco título de Los pillan a todos, Runciman va tonteando entre deporte y deporte (el fútbol está limpio, sólo drogas recreativas; la mejor prueba es la diversidad de jugadores que hay) pasando por los JJ.OO de Londres, y utilizando una única herramienta argumental: los incentivos.

Entre doparse y no doparse, para llegar a esta fantástica conclusión: "No ha habido nunca, sin embargo, un deporte en el que los incentivos de quienes se dopan y de quienes controlan el dopaje hayan estado tan desequilibrados como en el ciclismo profesional" ¿Cómo? ¿Nunca? Runciman no debe haber oído hablar de la RDA. O la China comunista y los Juegos Olímpicos organizados en 2008.

Bueno, ya se sabe lo que le toca al ciclismo ("ha contaminado a los otros deportes", dijo Monchito Relaño, director de As), y por méritos propios. Más si el que escribe la máxima es un británico que vio la luz el mismo año que moría Tom Simpson en las rampas del Ventoux bajo los efectos de un cóctel con "todo lo que haya". Un británico que está sometido, día tras día, a la propaganda con las bondades del Sky y Wiggins, ese héroe. El mismo que consigue entrenando y adelgazando lo que otros conseguían drogándose.

Runciman, como buen todólogo, dice que la EPO es buena para las carreras de tres semanas y que, como mucho, incrementa el rendimiento en un profesional en un "5%", la misma cifra que aventuraba, años ha, Rubiera, quizás hablando como persona interpuesta de Ferrari. Si es ese 5%, no se explica los rendimientos de conocidos sputniks como Berzin, Kohl o Schumacher, por citar únicamente tres al azar. O, viendo el nivelón del level playfield marcado por Runciman, el azahar. "Estas apasionantes memorias en las que [Tyler Hamilton] lo cuenta todo". Todo.

Según Runciman, todólogo y a estas alturas imbécil integral, " [el ciclismo] es, de entrada, extremadamente peligroso: los ciclistas no paran de caerse, con las consiguientes roturas de huesos y el riesgo añadido de sufrir lesiones permanentes" Se debe imaginar el ciclismo como una peli de Mad Max. "No paran de caerse". Le ha faltado el tópico de los pinchazos, que pueden hacerte perder una carrera en los últimos metros. Si escribiese un libro, sería publicado por Cultura Ciclista.

Fíjense que hasta se traga -¡todavía!- lo de Hamilton y su clavícula rota en el Tour 2003, cuando fue la excusa perfecta para ir toda la carrera chutado e infiltrado. Bajo prescripción médica, eso sí. "incluso logró ganar una de las etapas montañosas de mayor dureza. Duele sólo de leerlo". ¡Y tanto que duele! ¡Y traducido para el público español, siempre ávido de este tipo de artículos!. Estaría bien pasarle a Runciman la tabla de dopaje de 4142 para 2003, y como fue a ese Tour. Hubiese llegado a meta incluso tuerto.

A estas alturas, ya está clara la postura de Runciman. Y también de Revista de Libros, que declinará, como de costumbre, "compartir las opiniones de los autores", pero que traduce este artículo. Pásmense: "En un pasaje extraordinario, Hamilton escribe que la EPO hacía que el deporte fuera más justo (...)El dopaje sanguíneo se traducía en que, si podía soportarse el dolor, el cuerpo seguía funcionando. El éxito acababa entonces recayendo simplemente en la persona que más lo quería [el dolor]".

No voy a hacer un chiste fácil sobre la querencia de las élites británicas a someterse a ejercicios de dolor recreativo-sexual, pero el pasaje es muy explícito o, por utilizar sus mismas palabras, "extraordinario". El dopaje nos hará libres de la esclavitud de nuestros genes. Runciman no tiene ni una mísera línea para todos aquellos que, con mejores genes que Hamilton y Armstrong, tuvieron la decencia y la buena cabeza de no doparse, y se quedaron en categorías inferiores. Se me había olvidado decir que las élites británicas son muy clasistas.

"Hamilton falta ligeramente a la verdad cuando sugiere que las sustancias prohibidas simplemente nivelaron el campo de juego genético". Ligeramente. "El cáncer también modificó su forma corporal, que se volvió mucho más delgada y enjuta" es otra brillante frase de Runciman, que aquí ya se aproxima al Dr. Mabuse. Por la isla de los monstruos.

No es la mejor, empero: "lo que marcó la diferencia [con Armstrong] fue el modo en que se dopó: lo hizo simplemente mejor que nadie, de forma más creativa, más implacable, más intrépida. Explotó las mismas oportunidades que estaban al alcance de cualquiera" ¡Al alcance de cualquiera! ¡El level playfield! Ya, por eso ganó siete veces seguidas el Tour, no porque tuviese algo desconocido a su alcance. Las teorías igualitarias ¡en manos de un miembro de la élite inglesa!. Acabaramos. Y no dejen de reparar en lo de "intrépido", eh. "La persona que hacía un mejor uso de los medicamentos".

Expuestos estos argumentos, Runciman dedica el grueso del artículo a hablar de "el sistema", la epopeya de Armstrong y termina con Wiggins, como no: "El Tour del año pasado, ganado por el ciclista británico Bradley Wiggins, fue mucho más lento que las carreras celebradas durante los años de Armstrong: a la velocidad que corrió, Wiggins habría terminado hace una década en el centro del pelotón. Para muchos aficionados esto constituye una prueba suficiente de que el deporte está ahora libre de dopaje."

No fue tan lento: bastó con la etapa de La Planche -la primera de montaña, como Armstrong- para dejarlo todo atado; y al que atacó, como Nibali, lo amordazaron y achantaron igual que Armstrong hizo con Simeoni. Pero de eso no hablará Runciman. Ni lo sabrá el improbable lector de Revista de Libros, que no obstante sacará argumentos -de eso se trataba- para defender el dopaje en sus tertulias literarias, si todavía existen.

En todo caso, y como colofón a todos estos argumentos de vuelapluma y experto todólogo, Runciman remacha con un "mirame a los ojos": "Alguien que sabe mucho más de ciclismo que yo me aseguró que el equipo Sky de Wiggins, y el resto de ciclistas británicos que ganaron la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, no consumen sustancias prohibidas". Pues vale. Al menos este alegato a favor del dopaje, o del que mejor se dope, no está pagado con la "obra social" de alguna caja. O quizás sí. Sería lo más adecuado a este país y su aproximación a este fenómeno.
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El Katusha suspende a Vicioso por estar en paradero desconocido cuando tenía que testificar en la Operación Puerto. La historia tiene su miga. El ex-Kelme y ex-Liberty tenía que declarar al principio del juicio, pero alegó una lumbalgia -con parte médico- para no hacerlo entonces y, quizás, descentrar al TAS en su crucial decisión sobre el futuro del Katusha en el ProTour.

Después, ni la Guardia Civil ha podido localizarlo en su domicilio de Alhama de Aragón y entregarle la nueva citación. Resulta que el ciclista Vicioso estaba en ¡Andorra!, donde dice que se ha mudado hace ¡dos meses!, concretamente el 7 de enero. Hay fotos de este fin de semana entrenando con cicloturistas por Aragón. A lo mejor es una mudanza fiscal -lo dudo con su nivel de ingresos-, pero suena feo, y más considerando las grandes nevadas que ha habido en Andorra.

Sea como fuere, el Katusha ha suspendido al aragonés, al que no ha salido a defender públicamente su gran valedor, Joaquím Rodríguez, que lo rescató del Androni. Es más: alguien tan detestable como Ekimov ha manifestado públicamente que alguien con vínculos con Eufemiano Fuentes no puede estar en el equipo. Ekimov, el del UsPostal y amigo personal de Armstrong.

Ekimov, el que es el manager de un equipo que, sólo en españoles, tiene al catalán de Parets que entrenaba con Leonardo CERA Piepoli; a Xavier Hemoal Florencio; o a Dani SMS con Losa Moreno. Recuerdo también que Tchmil quiere candidarse a la presidencia de la UCI, y hay que dar imagen de Torquemada. Recuerdo también que Vicioso no ha sido sancionado jamás por la Operación Puerto.

Por cierto, ¿para que sirven los whereabouts de la UCI?
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A Voeckler, como todas las temporadas, le duele la rodilla. Dice que se lastimó en una caída en la segunda etapa del Haut Var. Auguro un brillante espectáculo del francés en las carreras de abril, esas que se marcó como objetivo el año pasado, y en las que no le dejaron participar. Y menudo numerito que hizo en la Flecha de Brabante.
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Seguramente Martin Hardie, el amigo batasuno y austral de Arribas, creerá que esta medida es nazi, pero me parece el camino a seguir: en Australia se están planteando emprender la vía criminal contra aquellos que hayan mentido en cuanto al doping. 
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Otra vía por el buen camino: la provincia belga de Hainaut quitará su subvención pública al GP Le Samyn en caso de algún positivo en la competición. Ya sería raro que pasase -los organizadores ya tomarán las medidas para no perder el dinero público-, pero visto que el que paga manda, deberían hacer la medida más extensiva, del tipo "que no participe nadie que haya dado positivo". En el pasado ha dado sus frutos: por eso en Alemania apenas hay ya carreras profesionales.
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A lo mejor ha llegado a su conocimiento que el COI quiere quitar la lucha libre del calendario olímpico para 2020. Es un deporte antiguo y que no lleva acarreados grandes gastos en infraestructuras; sin embargo, no se venden las entradas y no tiene audiencia televisiva, salvo que haya una Maider Unda nacional implicada. En este brillante artículo de The Economist lo dicen de manera muy clara. Auténtico espíritu olímpico, el mismo que impulsa Madrid 2020. Money.