viernes, 7 de septiembre de 2012

Carrera secreta: no tanto (I)

Un diseño de portada francamente mejorable
El mundo del ciclismo anda un poco convulso por la publicación hace dos días de un libro donde Tyler Hamilton cuenta bastantes cosas de la época que vivió, que no se diferenciaba mucho de la anterior -pasó a profesionales a finales de los noventa- y de la posterior -dejó el ciclismo en 2004-. Se titula The Secret Race, y lo que cuenta no es tan secreto, o al menos no tendría porque serlo tras la Operación Puerto, donde Tyler Hamilton salió completamente desnudo.

¿Por qué secreto? Porque está dirigido al público americano que, a pesar de su reciente interés por el ciclismo -e irá a más- apenas sabe algo más allá de dos términos: Lance Armstrong y Tour de Francia, y de ahí el subtítulo: Inside the Hidden world of the Tour de France. Doping, cover-ups, and winning at all costs (Dentro de la realidad desconocida del Tour de Francia. Doping, encubrimientos y ganar a cualquier coste)

A mí me hubiese gustado más el enfoque biográfico, pero se ha centrado en la única carrera que conocen en EE.UU: el Tour. Y el único personaje que conocen: Lance Armstrong, que aparece en portada en una foto del año 2000, probablamente del Dauphiné que regaló a Hamilton. Recuerden que era la época en que los gregarios andaban más que los jefes de filas -rivales, eso sí- y después emigraban para serlo, con magros resultados, como si hubiesen perdido la fórmula mágica. Un periodista solía solventarlo todo con "la motivación".

Aún así, de lo que se va conociendo del libro, se pueden sacar varias cosas interesantes, aunque tampoco vayan a sacar las trompetas del juicio final: si eso ocurriese algún sería cuando un ciclista relevante -Hamilton lo fue, sin duda- se pusiese delante de un periodista sin compromisos y buen conocedor de lo que había para hablar y responder sin tapujos. De momento, esta última figura no existe, ni se la espera, aunque para redactar este libro de 287 páginas se hayan realizado 60 entrevistas en 2 años.

C.S.C: las siglas desaparecidas de la O.Puerto
Los extractos que van saliendo se centran en la engañifa para evitar los positivos. "Ferrari inventó uno donde se diluía el Andriol (marca comercial de testosterona) en aceite de oliva" ¿Alguien ahí recuerda como Lance Armstrong apreciaba el aceite de oliva de la cooperativa de Manuel Beltrán? ¿Y cómo este andaluz contaba la anécdota con la dicción de la clase popular cuando recibe el arrumaco de un poderoso, como si hubiese estado ungido divinamente?

Decía algo así: "un día le traje una variedad superior, y no le gustó, me pidió la de siempre, la de cooperativa". ¡Qué magnánimo! Ahora el aceite de oliva adquiere un nuevo uso, aunque sin dejar de ser un condimento en las ensaladas. Eso si que es aliño. Según Hamilton. "lo guardábamos en pequeñas ampollas, y bastaban unas pocas gotas para obtener mejora sin dar positivo".

Como suele ser habitual en estos relatos -Jaksche también resguardo un pasado impoluto, y Millar-, Hamilton afirma que no se empezó a dopar hasta el tercer año de profesional, utilizando una medición muy americana: a los 1000 días. Resulta difícil de creer. Un día que estaba muy cansando, a principios de la temporada 1998, Pedro Celaya -identificado con nombre y apellido- le ofreció una pastilla roja diciendo que era "para su salud". Hamiton sabía perfectamente lo que significaba, y aceptó.

Ahí esta un pasaje importante, el del consentimiento del ciclista: no le obligaron. Se ofreció en un momento de debilidad (no es la figura religiosa, es la del estado físico), igual que en la famosa frase del camello que quiere prosperar: "a la primera dosis invito yo", que tiene aparejada la siguiente frase de "a la segunda vendrás de rodillas y ansioso". A partir de ahí, la espiral médico-deportiva: chutes de EPO para ir al Tour 1998, donde fue segundo en una crono tras Ullrich.

Era el año del regreso de Armstrong tras su convalecencia por el cáncer. No corrió el Tour, pero en la Vuelta fue cuarto casi rozando el tercer escalón del podio. Según Hamilton, estaba todo el día hablando de EPO y sus virtudes para el rendimiento deportivo, con grandes dosis, dado que por entonces ni se buscaba, ni se detectaba: apenas lo del 50% de hematocrito en la sangre. Ojo: venía de un cáncer con metástasis y se automedicaba así.

En el 2000, cuando se introdujeron los primeros controles de EPO, Ferrari -al que Armstrong veneraba- cambió el protocolo de dopaje: en vez de pinchazos subcutáneos, directamente en vena; en vez de 2000 unidades en un día concreto de la carrera, 300-400 unidades directamente en vena todos los días por la noche, y sin problemas en los controles. Esto no eran microdosis, eso ya llegaría más adelante.

¿Y donde se ocultaban los restos? Se inyectaban en caravanas que seguían la carrera y que pertenecían a esta auténtica banda criminal, y como díce Hamilton "la inyección la hacía del Moral". Después metían la aguja vacía en una lata de refresco, se aplastaba y se tiraba al contenedor como basura normal. El reparto de la sustancia corría a cargo del jardinero de Armstrong cuando tenía casa en Niza, que seguía la carrera a distancia prudencial.

Todo se hacía en 30 segundos, y únicamente a tres corredores del equipo: Hamilton, Livingston -que después acabaría tarifando con Amstrong- y Armstrong. Hamilton dejó el equipo en 2001. Visto como subían después Padrnos, Noval, Rubiera -este ya venía aprendido- o Ekimov, es de suponer que ampliaron el tratamiento a todo el equipo.

En el Tour 2001 Armstrong dejó a Hamilton sin su dosis de doping, y acabó 94º, cuando el año anterior había sido 25º. El texano tenía celos de su compañero, que había hechos tests con Ferrari y habían salido muy buenos, dice que en gran parte -esa vanidad de los ciclistas- por haber perdido peso, una auténtica obsesión para el médico italiano. Evidentemente, dejó el equipo por el CSC, hasta entonces un equipo de mala muerte que se reforzó también con Sastre.

Lo primero que le preguntó Riis fue por cómo se dopaban en el UsPostal, e imagino que en T-Mobile también sería lo primero que preguntaron a Livingston. Hamilton no le habló de las transfusiones sanguíneas -esa vanidad de los ciclistas- y se encontró con un danés que le vendía sus bondades con palabras entusiastas.

¿Y quien era el médico del equipo? Insisto: según el relato de Hamilton, de-todo-el-equipo. Eufemiano Fuentes. En los primeros compases de la Operación Puerto se dijo que estaba metido todo el CSC, pero después desapareció, igual que tantas otras cosas. Huelga decir que en los medios españoles todavía nadie ha hecho un extracto del libro, a pesar de las modernas tecnologías.Será porque todo es historia conocida.

 ¿Saben lo más gracioso? Que en el UsPostal se referían a la EPO como "Edgar", por lo de "Edgar Allan POE". Ya hubiese sido de retrúecano que fuese por alguna obra del escritor de Boston -igual que Hamilton-, con la de significados que tienen sus títulos. Hoy por hoy, me quedaría con La caída de la casa Usher, por la caída del UsPostal. Y el CSC.
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Bennati vuelve a ganar una etapa de la Vuelta en la tercera semana, lo que viene siendo su única victoria o la más importante de cada temporada: así fue también el año pasado. Ya lleva seis en la carrera, pero es uno de los corredores con la carrera más estancada que se conocen. El próximo año pasa al Saxo Bank.
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Nairo Quintana, que lleva cinco victorias esta temporada (general y etapa de Murcia, general y etapa de la Ruta del Sur, etapa del Joux Plane en Dauphiné: ojo, ojo, ojo), que es neoprofesional de 22 años, y que está haciendo una tremenda Vuelta a España de menos a más, afirma sin rubor que "nunca había competido más de ocho días seguidos". Es lo que tiene no haber competido nunca en una grande, o ser neoprofesional: pues felicidades por la adaptación. Y felicidades a Unzué, que tiene un corredor cuya proyección es difícil de cuantificar, pero muy, muy lejana.

Por mucho menos de eso, nos venden italianos, estadounidenses, británicos y franceses como los nuevos campeones por venir. Ambicioso es: "quiero ganar una de las tres grandes". Lo dice entre pasadas enfermedades, dramas familiares y el sello papal que le ha puesto Proudhomme, ahí es nada. Lo dicho: este chaval, si no se malea, llegará muy lejos, tanto como ambiciona.
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Es Urraburu, pero no tengo incoveniente en reconocer que el titular es magnifico, aunque quizás no por los motivos por los que fue ideado. La historia que cuenta también, aunque cómo la cuenta no.