sábado, 28 de julio de 2012

El silencio es oro

Este deporte no tiene remedio. Antes de lo que propagandistas que trabajan como periodistas empiecen a publicar sus crónicas de los lamentables sucesos vividos esta tarde en Londres, recuerden esto: este deporte no tiene remedio.

Veníamos de un Tour en el que, de nuevo, un equipo en su conjunto había andado una o dos velocidades por encima de los rivales, hasta el punto de ganar las tres últimas etapas, ir en fugas, colocar a dos hombres como primero y segundo de la general, y ahí estaban los propagandistas hablando del nuevo ciclismo limpio, de rodamientos de cerámica y trajes sin cremallera como explicación al fenómeno.

No tienen remedio, pero no me preocupa. El problema es el ciclismo, que en el mayor escaparate mundial del deporte, y en el día en que tiene un protagonismo casi exclusivo -fin de semana, primer día de competición- ha vuelto a lanzar un mensaje inequívoco: este deporte no tiene remedio.

El olimpismo ya había amenazado que el ciclismo corría el riesgo de ser excluido del programa olímpico tras las fuertes sospechas del dopaje de Ullrich en Sidney 2000, el positivo de Hamilton en Atenas 2004 o el positivazo por CERA de Rebellín en Pekín 2008, donde fue plata. Ahora el ciclismo envía al olimpismo un nuevo campeón: Vinokourov, 39 años, y un pasado de dopaje como pocos otros corredores del pelotón.

Como ven, el kazajo aúna en un sólo hombre rasgos muy envidiables para la salud de este deporte: joven y con una hoja de servicios inmaculada. Ha ganado de la misma forma en que ganaba cuando atendía a partes iguales a Eufemiano Fuentes y a Michelle Ferrari: atacando de lejos, sin flaquear nunca, mientras los demás se van disolviendo, quizás porque no son de la misma raza kazaja con la que lo vendían dos famosos propagandistas.

La carrera estaba diseñada para un triunfo de Cavendish, y así lo veían todos. Sin embargo, la prueba en ruta de los JJ.OO no ha acabado nunca en sprint masivo, porque hay muchos intereses en juego y pocos hombres para controlar. El Sky-selección británica ha controlado en cierta medida durante todas las subidas al circuito de Boxhill, pero después ha caído en una emboscada necesaria.

A 40 km. de meta y ya encarando de nuevo hacia Londres, ha habido un ataque con nada menos que treinta corredores, donde Suiza colocó a cuatro de sus cinco hombres, y España a tres. Los suizos, con un impresionante Schär y un increíble Albasini, han puesto la fuga con velocidad de cohete, ayudados por un incombustible Castroviejo, un chaval vasco que ya iba en la fuga del día y que parecía diminuto entre las dos montañas suizas.

A la hora de tirar no, porque menudo carrerón que ha hecho Jonathan Castroviejo. Cuando los suizos ya había desaparecido, en parte porque se quemaron y en parte porque Cancellara tomó una curva como un principiante y se fue al suelo, Castroviejo seguía tirando, llevando la fuga -también hubo impulsos de Gesink, Leipheimer y Fuglsang- a un límite en el que empezaron a reventar los perseguidores.

Ahí se vio quedarse a Froome, y también a Wiggins, y también a Eisel, que hoy no corría por Austria y si por la casa comercial que le paga. Tiraba Alemania, y también un poco Australia, pero al paso por Putney Bridge estaba claro que la carrera ya estaba en la fuga, con 51" de ventaja sostenidos desde hace tiempo y con sólo 10 km. para meta.

Fulham Road, Stanford Bridge y entrada a King´s Road, la arteria central que atraviesa Chelsea. No se el lugar exacto en que atacaron, cada uno por su lado, Vinokourov y Urán, pero cuando pasaban por Sloane Square y Harrod´s ya estaba claro que iban a ganar: nadie, absolutamente nadie, tiró en el pelotón del resto de fugados.

Eso incluye a los dos murcianos presentes, el malhadado Valverde y el cazador de etapas, pero nunca de grandes victorias, SMS Sánchez. Castroviejo se desgañitó y dio un lección de ciclismo, entrega y pundonor para que el duo murciano hiciese lo de siempre: ir a cola, echar la culpa al empedrado y ni siquiera meterse en el sprint. Mucho vasco para tan poco murciano. Mucho vasco para tan poco seleccionador. De Rojas mejor no hablamos, ¿vale?

Con la cámara fija de meta enfocando a la extraña pareja kazaja-colombiana, a la sombra de Buckingham Palace y tras pasar el arco de Wellington, Urán, que sólo tiene dos victorias de profesional en siete años, miró hacía atrás y Vinokourov se fue como un fiera hacia meta. Campeón en solitario, sin ni siquiera sprintar. Simplemente dar pedaladas como martillazos, su estrategia de siempre.

En el sprint de los fugados Kristoff se llevó el bronce, Phinney cuarto -disputará al menos igual número de JJ.OO-, Lagutin quinto y O´Grady, que es quinto de Vinokourov en edad y prácticas y disputa sus sextos JJ.OO,  sexto. SMS Sánchez, por si les interesa, fue 14º, pura inercia. Un propagandista muy famoso titulará Kazajastán-Colombia-Noruega, de tan preocupado que está por el nuevo ciclismo cuando el viejo nunca se ha ido.

Vinokourov ya fue plata en Sidney 2000, en el famoso copo del Telekom. Era la primera vez que su país obtenía una medalla olímpica, y ahí empezó el mito Vinokourov, al menos para los centroasiáticos. Más famoso que los Beatles, es capaz de movilizar recursos propios de un Ministerio para construir un equipo a su medida sólo un mes después de desmoronarse el Liberty por la Operación Puerto -donde todos los papeles de 2006 que le incriminaban desaparecieron-, así como de movilizar recursos de esa misma naturaleza para comprar nada menos que una Lieja-Bastogne-Lieja.

¿Naturaleza? Nada en Vinokourov es natural. Con una postura encima de la bici indecente, era capaz de ganar cronos, porque usaba sangre que no era suya. Sería la famosa raza kazaja. Al donante jamás se le ha vuelto a ver en posiciones de cabeza, quizás porque no tiene la misma facilidad económica de su líder, que lo volvió a acoger en el equipo tras la cuarentena de rigor.

Según los propagandistas, Vinokourov pagó sus pecados de dopaje -de los que nunca confesó, como Valverde y Contador- y ahora tiene todo el derecho a competir. Ya, igual que yo tengo todo el derecho a pedir sanciones de por vida para dopados, porque esto no tiene remedio y este deporte se va por el garete en cuanto a credibilidad. Un dopado que compra carreras gana el oro olímpico con 39 años. Vende esto como deporte: a televisiones, a patrocinadores que no sean dictaduras petroleras centroasiáticas, al simple aficionado de pie de calle. Esto no tiene remedio.

Curiosamente, los JJ.OO tenían una norma que impedía a un sancionado por dopaje competir en las Olimpiadas inmediatamente posteriores a cumplir su positivo. Y el comité olímpico británico, que organiza estos JJ.OO, tenía una norma aún más restrictiva que impedía representar al país a cualquier dopado.

Como David Millar se vende muy bien, la norma se recurrió al TAS -la suya y la general, la conocida como Osaka- y se anuló, así pueden estar en los JJ.OO tanto el famoso ciclista de la jeringa dentro de un libro, como Valverde, como Vinokourov. Dicho y hecho: una norma que era un avance en el deporte se conculca y ¿cómo se paga? Llega un conocido ladrón y se lleva todo el oro. Este deporte no tiene remedio. No lo tiene.

Vinokourov pudo volver a competir sin que nadie le exigiese confesión de quien le dopaba, donde conseguía la droga, cómo había que hacerlo, quien instruyó en el dopaje sanguíneo, qué sabe de ciclismo. Vinokourov calló, como ha callado Valverde y Contador, y ha vuelto. Vinokourov calló, porque una vez más en este deporte el silencio es oro, y lo seguirá siendo mientras no se alce la voz y se piden sanciones de por vida ya. Que no vuelve a suceder algo como lo de esta tarde. Que el ciclismo no sea el hazmereir de todos los deportes.