viernes, 11 de enero de 2013

#noaMadrid2020


Despedida a nuestros soldados antes de la batalla de Londres


Con gran agrado he podido observar que el impacto mediático de la presentación del tercer dossier consecutivo de candidatura olímpica a cargo de Madrid ha sido ridículo. Fue el otro día, poco antes de que la alcaldesa de la capital de España fulminase a su número dos 42 días después de cuando tenía que haberlo hecho, y no hizo porque se fue a Cascais de finde con los cadáveres de tres jóvenes calentitos, y otros dos en el horno.

Les podría contar que en el año y medio que ha pasado desde las últimas elecciones municipales en Madrid no sigue ni el alcalde, ni cinco de los once miembros del equipo de Gobierno, en medio de una voraz crisis moral y económica -por este orden, porque lo que están haciendo con la Sanidad es de sinvergüenzas- que la alcaldesa por sucesión, que está en ese puesto por su valía y no por ser la esposa de quien es, es incapaz siquiera de comprender.

Sin embargo, ahí sigue el proyecto olímpico, heredado de Ruiz-Faraón, el que ya tenía decidido largarse antes de ganar las elecciones y haber refrendando el tercer intento por conseguir el llamado sueño olímpico, que es pesadilla para los ciudadanos de una ciudad donde cada vez los servicios son de peor calidad y se pide más por ellos. Decir que gobiernan de espaldas a la realidad es decir muy poco: gobiernan para enriquecerse.

Tras este preámbulo, de justicia dado que la tragedia del Madrid Arena se produjo en una instalación contemplada en el proyecto olímpico -estoy seguro de que si se concede el evento, habrá momento lacrimógeno de recuerdo- y de obligación dada la imbricación del poder político con toda esta locura, les explico cúan ridículo es todo esto.

Según resaltan los medios de propaganda, los JJ.OO costarían 1.670 millones de euros, una cifra menoscabada adrede porque las últimas ediciones partieron de licitaciones por encima de los 3.000 millones. Con los gastos ya realizados, la cifra total ya se acerca a los 4.000 millones, pero la ideología dominante hoy en día es "austeridad" y hay que dar ejemplo, aunque ese ejemplo no se sostenga.

"Partieron de" es la clave: en Atenas los costes finales -seguramente también falseados, en la más pura tradición helena- fueron en un principio de 4.600 millones y después 7.000,  y en Londres de ¡11.500 millones!, que algunos apuntan que fueron finalmente de ¡15.000 millones de euros!. Y no es una exageración. De Pekín no hablo, porque en una dictadura comunista cualquier parecido con la contabilidad es meramente coincidencia, pero seguro que fue muy elevado, incluso considerando la mano de obra esclava, que allí no hace falta llamarla "voluntarios olímpicos".

Seguramente en Madrid 2020 no pase eso, por nuestra tradicional costumbre de contener los costos y ajustarnos al presupuesto, palpable en La Caja Mágica -donde se disputaría el tenis-, que pasó de costar 100 millones a costar 300 millones; y mejor no les hablo del Palma Arena, el velódromo que acabó costando 110 millones de euros desde los 43 inicialmente previstos por todas las regalías que hubo que dar, y que han dado lugar a 26 juicios distintos.

Eso no pasará en Madrid 2020, ¡no! ¡no dejaremos que ocurra!, puesto que como repite la propaganda, "el 80% de las infraestructuras está hecho". Note el agudo lector que en la anterior campaña de propaganda era el 77%, y desde entonces no se ha hecho nada. Tampoco se ha caído ningún deporte olímpico del programa. Note también que se da un porcentaje sobre el total de las infraestructuras, sin diferenciar si son un campo de entrenamiento para badminton o un estadio olímpico.

Ahí también está la clave: las infraestructuras por hacer son, con mucha diferencia, las más onerosas. Por eso están sin hacer, claro. Todavía hay que "invertir" 1580 millones, y eso contando que el Estadio Olímpico lo hará capital privado con las plusvalías de vender la ruina del Vicente Calderón, ese estadio de cristales rotos, una autopista en los bajos y tribuna abierta para que corra el fresquito. Otros 160 millones.

Canal de aguas bravas, por 15 millones de euros; centro de tiro, 18 millones; pabellón de gimnasia, 79 millones; canal de remo, 94 millones; centro acuático, 56 millones; hipódromo, 17 millones; velódromo, 17 millones; voley playa, 18 millones; y, el de más escarnio, la pista de BMX, nada menos que 8 millones, cuando para el intento de 2016 ya se construyó una pista que jamás se utilizó y costó 3 millones.

La mayor parte de esos deportes no tiene arraigo alguno en una ciudad que, no está mal recordarlo, jamás ha tenido estadio de atletismo en condiciones, y tampoco le ha pasado nada malo por ello. La propaganda del uso garantizado tras los fastos es la más perniciosa, porque nadie se la cree. Las infraestructuras, la villa olímpica, todo lleva la coletilla de "social", pero no casa con el proceso de privatizar la sanidad pública.

Según el judoka orensano, que ha caído en la vanidad del caseiro que asciende demasiado rápido y quiere tener títulos nobiliarios que hablen por el (no dejen de leer el enlace, que es propio de Berlanga), "no existe una inversión más rentable y agradecida". Lo dice como experto en la materia, obviando la sangrante realidad de lo acontecido en Londres, donde su efecto no ha sido precisamente duradero. Las diferencias como ciudad entre Madrid y Londres, evidentes para todos menos para los de Orensegrado, son obviables en este relato fantasioso donde se combina rentabilidad con cariño.

Pero fíjense qué tropa: los de la foto de hoy, la Botella, Enrique Cerezo, la familia real...el sueño olímpico es una pesadilla para vivir a golpe de acontecimiento mediático mientras se desmantela lo realmente importante. No es una inversión, es un despilfarro del que sólo se beneficiará una minoría, que durará exactamente dos semanas y que espero finalice el próximo 7 de septiembre en Buenos Aires. Mucho ánimo a Tokio y especialmente a Estambul. Yo tengo mi champán en la nevera.
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Ponferrada 2014 sigue dando motivos de risa. Primero, unos grafiteros han inaugurado la horrible estatua de un pelotón plantada a la entrada de la ciudad, escribiendo en las ruedas de hormigón un "arte?shit" muy explícito, aunque desde luego discriminatorio con todo el catálogo de horrores y feísmo que jalonan El Bierzo.
Y segundo, el alcalde que acumula cargos pide ahora prisa para acabar la pirámide que construyó Zapatero, llamado Museo Nacional de la Energía (o Ciuden, o ENE, me da lo mismo porque es una puta mierda que jamás debió hacerse), donde está todo a medio hacer, y lo que está hecho da pena por el vacío de contenidos. El motivo no es dar forma a ese engendro para el que el presidente leonés dejó comprometidos -y blindados- 100 millonazos de euros, no que va, es para el Mundial de ciclismo. 
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Los modernos movilizados para salvar a un hombre de 78 años que tiene un taller de bicis desglosan en que quieren repartir los ¡8.000! euros que piden.  Sólo por citar la primera partida, indico que el taller está en Madrid casco urbano, y llega el metro. Aquí hay mucho caradura.