domingo, 2 de noviembre de 2008

UNA VEZ SE HA VUELTO

Sensaciones que tratan de ser contenidas en continentes de hierro y plástico. Miradas amables y miradas desconfiadas. Sonrisas desinteresadas se mezclan otras que no lo son: vestidas y disfrazadas de calidez y ternura, es dificil saber al principio cuando huir de unas para resguardarse en las otras. Un niño corre hacia mi sabiendo que persigue algo inalcanzable: no solo tiene que zafarse con el viento y la arena. Los colores se sobredimensionan cuando no hay nada alrededor que los distraiga, y los contrastes raciales se minimizan y devienen nada cuando arena y cielo se separan para después unirse o al reves (es inutil querer saber qué fue primero). Un viejo lee o hace que lee un periódico bajo un naranjo; parece que ha estado siempre en el mismo lugar, y parece ser tan viejo como la tierra que pisa. No tiene prisa "vosotros tenéis relojes. Nosotros tenemos el tiempo". Escribo alguna cosa y repito alguna otra para no olvidarla; quien me vea pensará que salmodio un mantra, y tal vez no se equivoque. Me hundo en la arena para esconderme del sol y capturar su silueta a través de otras siluetas. Después, me giraré para ver que dejo trás de mi y apartarlo para ver cuanto olvidé hacer, cuanto olvidé decir, cuento olvide sentir. Te leeré y recordaré una mirada que se aparta: sabré que estás bien, y eso es bueno. Mirando atrás, unos niños me dicen adios agitando sus manos: uno de ellos salta mientras que otra es casi imperceptible entre las rocas que se abren. Ambos se van quedando lejos; nunca volveré a verlos.