miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cultura Ciclista (Española)

Desde hace un tiempo existe en España una editorial especializada en ciclismo que ofrece al lector en español libros sobre nuestro deporte que hasta entonces no estaban disponibles. Decir eso es decir la casi totalidad de libros sobre ciclismo, un género que jamás ha tenido arraigo en España, apreciación que se podría hacer extensible a los libros sobre deporte.

Salvo el raro fenómeno de los libros de boxeo a finales de los setenta, y después los de fútbol, en España apenas ha habido tradición de editar libros sobre deporte, de esos que llevan letra y apenas ilustraciones. No sucede así en otros países, donde este tipo de género ocupa importantes espacios en librerías y bibliotecas, destacando especialmente Reino Unido, donde se edita absolutamente todo tipo de libros sobre todo tipo de deportes y protagonistas.

Como el signo de los tiempos es el que es, últimamente proliferan como setas las pequeñas editoriales que ofrecen libros-objeto con la excusa del deporte: bella presentación, precio elevado, escaso contenido. Forma parte de un fenómeno de dignificar el deporte por encima del Marca, como para curar conciencias o que se yo: a mí me siguen pareciendo en la inmensa mayoría perfectamente prescindibles. Seguro que también han notado en su localidad la proliferación de pequeñas librerías para gente que no lee: vende objetos bellos con forma de libro, pero que realmente no son para leer, sino para lucir, tomar un café o dejarse ver.

El fenómeno, que merecería un post o más aparte -prometo abordarlo- escapa a los objetivos de hoy, que no son otros que reseñar un par de libros que el responsable de la editorial Cultura Ciclista ha tenido a bien hacerme llegar para que los reseñe, en un raro gesto de consideración en estos tiempos que corren y que agradezco sinceramente. 

El propio impulsor de Cultura Ciclista explica en esta buena entrevista su motivación inicial, realmente encomiable. Como podrán leer, y recomiendo vivamente leer toda la entrevista, divide su oferta editorial en dos colecciones: una llamada Leyenda donde publica libros sobre temas ciclistas convencionales, y otra llamada Pasión sobre los temas de dopaje y demás.

De presentación espartana -la editorial es llevada por un hombre-orquesta que lo hace todo- y diseño francamente mejorable copiado de la editorial Belacqua con esa combinación geométrica y poco afortunada de amarillo y negro, todo es excusable por la pasión y el genuino amor a este deporte del impulsor de Cultura Ciclista, profesor universitario que rasca tiempo y recursos para este elogiable resultado.

El primer libro que he leído es de la colección Leyenda, titulado Mañana salimos y obra del hermano de Bobet, que también fue ciclista y llegó a ganar una París-Niza. El libro está escrito con gracia y recursos, pero no deja de ser el típico relato de abuelo Cebolleta sobre aventuras y desventuras del oficio, con pasajes que provocan carcajadas por la ingenuidad con la que están escritos y, especialmente, por pretender que el lector se los crea. 

Bajo la sombra de su poderoso hermano Louison, el pequeño Jean cuenta como rechaza una beca de doctorado a principios de los cincuenta en Aberdeen para hacer una tesis sobre Hemingway por su pasión por el ciclismo y bueno, cosas así. Al que le guste el género Cuéntame le puede gusta el libro, a mí no me ha dicho ni aportado absolutamente nada, aunque insisto en que está escrito con gracia y forma. 

Lo peor de todo es la banalización del dopaje (relata como un día tomo una pastilla y ofreció otra a su hermano, que no la tomó: hay que mantener el mito, aunque ya sea fiambre) de una manera pueril y boba, señalando a los italianos y diciendo que los franceses iban limpios. En general, es un relato a medio camino entre los cuentos de Calleja y la candidez más reprobable, por pretender que el lector es igual de estúpido que el que escribe. 

El segundo libro es de la colección Pasión, titulado Un diablo llamado dopaje, y obra de un profesor danés de cosas de deporte, publicado originalmente en 1999 al calor del caso Festina, y que constituye un nausebundo alegato a favor del dopaje. Aunque en el prólogo para la edición española repite hasta en tres ocasiones que no es así -excusatio non petita-, el deslavazado relato no deja lugar a dudas. Les pongo algunas frases:

"el masivo apoyo de los españoles hacia Contador, una vez conocida la sentencia, es otro ejemplo de la creciente concienciación del público de que el antidopaje ha ido demasiado lejos y que está perjudicando al deporte como una empresa justa y con sentido" (pág 20)
"(sobre el dopaje en la RDA) esta explotación sistemática del material humano (...) ya no se practica en Europa" (pág 46)
"Cualquiera que quiera llegar a entender el meollo del actual debate sobre el dopaje debe intentar comprender el concepto mismo de dopaje. El primer paso es distinguir entre uso, abuso y compulsión, y hasta ahora nadie lo ha hecho, sino que el dopaje se ha visto sometido a una condena generalizada" (pág 49)
"Cualquier intento programático de crear competiciones equilibradas conduce pues a una situación absurda. Cuando se rechaza el dopaje con el argumento de que genera competiciones desequilibradas siempre hay algo más. Porque lo que los críticos del dopaje están impugnando no es la desigualdad, sino la creación artificial de desigualdades" (pág 157)
El libro carece de estructura alguna, está escrito de manera pedreste (y la traducción no ayuda en muchas ocasiones, pero ya digo que es excusable), cae en el relato canónico de los pro-dopaje de citar la antigua Grecia y el siglo XIX, insulta con términos religiosos a los que creemos que el dopaje tiene que ser erradicado, salta de Kimmage a Bataille y bueno, es muy malo, porque ya me gustaría a mí tener un buen libro a favor del dopaje para rebatirlo punto por punto. Aquí hay las típicas consideraciones de pelillos a la mar, que si los demás somos cruzados éticos y bla-bla-bla: recordemos que el autor es profesor de fisiología del deporte. 

Y danés: el país de cuatro millones de habitantes que tiene estos extraños records ciclistas: uno de los primeros muertos por dopaje (Knud Jensen), el corredor que más veces ha dado positivo (Kim Andersen), el primer corredor que dio positivo por EPO (Hamburguer), Mr. 60% (Riis) y Rasmussen, al que el autor dedica otro libro casi monográfico que, cómo no, también ha sido publicado por Cultura Ciclista.

Esa es la característica de la editorial: publicar libros que presentan un ciclismo que no se corresponde con la realidad, con la única excepción del de Fignon. Es una editorial de autor y tiene todo el derecho de publicar lo que le venga en gana, faltaría más, y no me cabe duda de que no le faltarán lectores, que blandirán libros como Un diablo llamado dopaje a la manera de un talismán. Es la Cultura Ciclista que hay en España: la de que el dopaje tiene sus motivos y justificaciones o, en palabras del impulsor editorial, que es un problema ético. 

Sin embargo, como lo tengo en alta estima, le recordaré una cosa que dijo Larry Flint, el fundador de Hustler, la revista que empezó a ofrecer algo más de lo que ofrecía Playboy, y que fue objeto de una bastante buena película hace unos años. El gran Flint, discutiblemente presentando en la película como un defensor de la libertad de expresión, dijo en vida que el no podía hacer una revista de ese género sólo con lo que le gustaba (pongamos mujeres blancas con hombres blancos), y muchas veces tenía que meter a disgusto mujeres con mujeres, bondage, asiáticas y demás. Creo que el ejemplo se entiende.

Hacer una editorial sobre libros de ciclismo está bien, publicar sólo los libros que te gustan es francamente cuestionable desde un punto de vista comercial. Pensándolo bien, es lo que se podría esperar de España, donde siguen sin publicar los libros de Mentheur o Voet, sólo por citar dos libros inmensamente más interesantes que los hasta ahora publicados por Cultura Ciclista. Es la cultura ciclista que tenemos en España. No se va a ningún sitio proponiendo para el próximo año un libro como el que les saluda en el primer enlace. Sinceramente, ¿no hay nadie mejor o con cosas más interesantes que contar? Parece que no.