jueves, 6 de marzo de 2014

Bajo el mar







No sé cómo lo logró, pero se escapó entre la yerba; una criatura me había herido de muerte, corrió en cuanto me dio por muerta. Me preguntan que cómo era, y digo "no lo sé, no pude verlo, pasó como un rayo de electricidad, todo fue tan rápido, pero podría compararlo con un tiburón porque mientras yo sangraba alrededor suyo, la criatura esperaba arrancarme la cabeza de una mordida en forma muy cruel". Todavía recuerdo que debajo del mar, cuando nadie estaba cerca, lejos de la periferia, sus filosos dientes masticaban mi carne sensible mientras mi sangre se mezclaba con su saliva ardiente como la lava de un volcán que poco a poco, como un compuesto químico hizo desprender de mí, partes y más partes hasta que un fragmento de mi piel se convirtió en una montaña de una isla desierta. Yo, antes, solía proveer de luna llena a la criatura, así que de algún modo creo que quizá, haya sido un efecto secundario que lleno de ambigüedad al ser: fuerza y ferocidad. Los rayos lunares fueron utilizados para un mal manejo de la situación, absolutamente despreciados, y como yo  (valga la redundancia) no aprecio a los que no aprecian debo olvidar la reminiscencia a la que me acostumbré.