sábado, 18 de mayo de 2013

Una carrera a la deriva

Único puerto de hoy. Sin asfaltar
Decían las viejas parcas, esas que escriben en los periódicos, que el Giro comenzaba tras la crono de Saltara: mentira, una vez. Esa frase manoseada y muchas veces vacía se tiene que emplear cuando las grandes carreras se dedican a hacer excursiones por otros países, pero en el Giro cada etapa cuenta, mientras exista esa etapa.

Ayer, por ejemplo, la organización tenía en plantel una espectacular etapa de 254 km (la distancia del Tour de Flandes) entre el pueblo de nacimiento de Verdi en Parma -se cumple el bicentenario del nacimiento del genio italiano- y Cherasco, el pequeño pueblo piamontés donde últimamente acaba el Giro del Piamonte. La etapa es necesaria en una gran vuelta, a pesar de lo cual miren como la saluda a primera hora este ciclista:


Estamos hablando de todo un ganador de Sanremo, que se queja de una etapa de fondo y resistencia, y con un puerto pedalabile final. No se que está pasando en el pelotón -aunque se intuye-, pero ver a ciclistas quejándose de estas cosas, y ciclistas que no acaban de salir de su pozo a pesar de su juventud, es significativo.

La carrera no es dura, al contrario: ya verán por qué. La etapa de Cherasco fue preciosa, sin añadido alguno. Puro ciclismo: escapada de valientes que se forma en el km. 30, que llega a tocar los 12´ de ventaja,  y cuyo último miembro, el sobradamente conocido Pablo Lastras, sólo es neutralizado a 13 km. de meta, tras 226 km. escapado.

En medio de ese paisaje increíble que conforman las Langhe piamontesas -zona colinar entre 300 y 500 metros sobre el nivel del mar, plagada de algunos de los mejores viñedos del mundo- los ciclistas iban en fila india con sucesivos ataques, contraataques, subidas, bajadas, falsos llanos, ataques de valientes como el joven Liberty Giampaolo Caruso, para una resolución al sprint.

Ganó Cavendish de una manera increíble, sin lanzadores: casi 400 metros y un Nizzolo que a punto estuvo de superar al británico. El Cannodale preparó el sprint para Viviani -quien ha visto y quien ve a este equipo-, que lo hizo todo, todo mal: por eso no gana nunca, y va camino de sumarse a la larga lista de velocistas con posibles que nunca hace nada. Por cierto, ayer Modolo fue octavo, quizás su auténtica medida como corredor. Y Goss llegó el 167º, a 16´ de sus supuestos pares en cuanto a velocidad, que no entrega.

Hoy comienza el fin de semana, que en ciclismo de grandes vueltas casi siempre significa montaña. No en este Giro de Italia, planificado con desidia -los ciclistas han manifiestado su malestar con los múltiples traslados- y sólo mirando el dinero y hacer un recorrido atractivo para que viniese Wiggins. Ahora que se ha ido el borracho mallorquín, queda la carrera desnuda, que carece de cualquier atractivo para la general.

Y no sólo con desidia: por capricho, envidia y pura italianidad, el organizador Michelle Acquarone, que conseguirá hacer bueno a Zomegnan y que ya fue el causante de la impresentable Sanremo de ese año, había programado para el domingo el Galibier. Bien, no se va a poder subir, pero fíjense en la historia que hay detrás, que se podía intuir en la presentación de la carrera en octubre pasado.

Lo ha tenido que anunciar ayer, a dos días vista, las autoridades del departamento francés donde está el puerto-mito, un puerto que no necesita el Giro para su propia leyenda. La organización de la carrera italiana todavía no ha dicho nada -también está anulado el Mt.Cenis-, quizás porque espera (y les aseguro que conozco la mentalidad italiana para no considerar esto una invención) un milagro de última hora, queseyo, un día de 35º y que se fundan los tres metros de nieve que hay. 

Repito: a esta hora la carrera todavía no ha anunciado la modificación de la etapa de mañana. Peor aún: con la etapa de hoy a punto de comenzar, anuncian que no se podrá subir Sestriere -como si hubiese nevado esta noche, lleva así día- y que la etapa queda reducida a una unipuerto, completando el kilometraje final con vueltas al valle de Susa, conocido por su conflictividad social en torno a las obras de alta velocidad ferroviaria Lyon-Turín.

La subida final, y esto no es innovación de última hora (al contrario: es regresión a un ciclismo caduco) es la subida al Jafferau, una de las montañas que rodean la ciudad de montaña de Bardonecchia, subsede olímpica en Turín 2006. No se sube ahí desde el Giro de 1974, cuando Fuente ganó una de sus cuatro etapas, que no le sirvieron para ganar la carrera.

Visto el Giro que está quedando -es muy probable que dentro de cinco días el Gavia y el Stelvio estén impracticables, pero no lo dirán hasta última hora, por si cae el milagro-, que gane la etapa de hoy y que suceda en el palmarés a Fuente alguien valiente y arriesgado, tipo un Matthew Goss. También en 2009, ciuando se subió el BlockHaus, ganó Pellizotti. Sería de justicia para una carrera que se rompe con todas las costuras, empezando las de su impresentable organizador.
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Katusha renueva a Paolini por dos años. En 2015 el ciclista italiano tendrá 38 años. Queda demostrado que la mejor victoria de Freire fue retirarse a tiempo. Un poco tarde, pero a tiempo. Y la próxima temporada, Paolini irá mejor que en esta, ya lo verán.