jueves, 25 de abril de 2013

Bailarán sobre su tumba

Su mejor victoria, la G-W 1997: miren que rivales
Mientras ustedes leen este humilde blog, el ex-ciclista Philippe Gaumont se debate entre la vida y la muerte tras haber sufrido un ataque cardíaco a los 40 años de edad, una edad siempre temprana para estar bailando con la parca.

Gaumont fue un excelente corredor profesional en los años de la droga a go-go: fuerte, experto en clásicas, buen contrarrelojista, escasamente ganador, pésimo escalador, y siempre enrolado en equipos franceses, esos que ahora que nos venden (de nuevo) que hubo un ciclismo a dos velocidades, y que ellos eran inocentes.

Gaumont debutó en el Castorama en 1994 con 21 años, en 1996 estuvo en el Gan una única temporada y desde 1997 hasta su retirada en 2004, en el Cofidis, marca comercial que sigue patrocinando un equipo ciclista. No son años casuales: su carrera está jalonada de diferentes hitos que hacen de su testimonio algo muy valioso.

Porque la valía de Gaumont, al margen de la íntima y personal que hace que nadie tenga que estar al borde la muerte a los 40 años, está en que se dopó, lo contó -cuando lo pillaron, como todos- y ha colaborado con las autoridades en la lucha contra el dopaje. Sin ir más lejos, en el momento de sufrir el ataque al corazón -ayer miércoles- estaba comprometido a acudir a París -es de Amiens, a tiro de piedra- a una comisión de investigación del Senado de la República Francesa sobre el dopaje, sobre la que habrá oportunidad de volver.

Es más: Gaumont publicó en 2005 un libro titulado Prisionero del dopaje, que es un buen relato -no el mejor- de lo que se ha convertido el ciclismo, ese que siempre está cambiando. Algunos de los corredores con los que corrió y a los que denunció el corredor francés siguen compitiendo, como Stuart O´Grady. O Millar. Es el cambio, que no cesa. Cesa antes de latir el corazón de los todavía escasísimos testimonios de los arrepentidos, esos que para Arribas suponen (citando una fuente anónima) "el mayor problema actual del ciclismo".

Saber saben todos. Que lo cuenten es otra cosa. Habrá incluso quien se alegre de lo de Gaumont. Su libro jamás será publicado en España, donde Manzano fue tratado como un apestado en la misma época en la que Gaumont confesaba, y que todavía hoy sigue siendo el único en confesar su dopaje. Son los mismos que se aprestan a batir palmas por la sentencia de la Operación Puerto, con el aparato de propaganda habitual: hemos sido los primeros en juzgar una red de dopaje, tenemos la mejor legislación del mundo, sol, playa, paella, Girona y el Teide.

Gaumont dio en dos ocasiones positivo por anabolizantes, posteriormente anulado, en su única temporada en el Gan, donde conoció bien a O´Grady, que había sido campeón olímpico de persecución en Barcelona 92; eso propició su salida en 1997 al Cofidis, un equipo que tenía una política de grandeur para esa temporada, para la que había fichado a Armstrong -que no pudo competir y rescindió el contrato-, a sus compatriotas Andreu, Julich y Livingston, y  a un decadente Fondriest (también habían fichado a Rominger en 1996).

Nuestro protagonista obtuvo la mejor victoria del equipo, una Gante-Wevelgem al sprint ante los mejores corredores de su generación en ese tipo de pruebas: Tchmil, Van Petegem, Museeuw de arco iris. Un equipo donde se drogaban todos -menos Tombak y Moncoutie, al que siempre exoneró, además de Seigneur y Ledanois de su tiempo en el Gan- y que, al año siguiente, consiguió subir a Julich como tercero del Tour de Francia y a Rinero como cuarto, además de ganar la montaña. Curiosamente, Gaumont acabó el Tour 1997 como farolillo rojo. Cosas veredes.

En todo ese tiempo en el equipo de créditos telefónicos vio crecer a un joven británico que debutó en 1997, de nombre David Millar. Según este mentiroso profesional, corrió limpio sus primeros años, hasta el 2000 o más aún. De hecho, dice que corre limpio. Gaumont dejó un testimonio muy diferente, pero se ha impuesto la versión del amparado por la UCI como converso a la auténtica fe. Millar vende internacionalmente un libro lleno de mentiras, y Gaumont se debate entre la vida y la muerte, mientras su libro no ha salido del ámbito francés.

Convertido en un corredor de equipo y para el amplio calendario francés, Gaumont sólo tomó la salida en una grande por etapas desde 1999 (en 1998 dio positivo por nandrolona, anulado), concretamente el Tour 2003. Cuando en 2004 estalla el conocido como caso Cofidis, colabora con las autoridades y cuenta todo lo que sabe. Que en el pelotón el 95% de los corredores se dopan; que todos toman EPO, que es muy fácil evitar los controles; que son politoxicómanos, porque el cóctel de droga incluye hormona de crecimiento, corticoides, anabolizantes, testosterona y anfetaminas.

Esto último sorprende a algunos, que creían que las anfetaminas eran una cosa del pasado y muy fáciles de detectar. Según cuenta en su libro, combinadas en la variante del siglo XXI del famoso pote belga, no dan ningún problema, y O´Grady se esnifaba unas gruesas rayas de polvo de cocaína y anfetas antes de las carreras que contaban para él. Sorprende a los de siempre, puesto que Virenque también había dicho que las anfetaminas se utilizaban en fase de entrenamiento para acostumbrar a llevar el corazón a mil por hora. Sí, el mismo corazón que tiene ahora en vilo a Gaumont.

Gaumont dice en su libro, que ratificó ante el juez que llevó el caso Cofidis  (salió condenado a seis meses de cárcel, tras la cual montó un bar de copas en una céntrica plaza de Amiens, no muy lejos de la catedral) que en 1997, recién llegado al Cofidis, todos menos Tombak y Moncutie hablaban abiertamente de drogas, cómo doparse y sus efectos, porque era parte de su profesión. Que incluso había "un neoprofesional que decía que en su época amateur ya había tomado EPO, creatina, cortisona y testosterona", pero seguro que no era Millar, seguro.

Siempre disponible para dar su testimonio, a finales del año pasado apuntó que Armstrong debería pagar por la vía económica -como el propio Gaumont reconoció en su libro, "uno se dopa para ganar más dinero"- y que los controles antidopaje sirven de poca cosa, además de añadir que el mundillo ciclista "está dirigido por ex-dopados", una realidad que siempre se intenta obviar.

Precisamente ayer mismo, una de las mayores hipocresías del pelotón, de nombre Jonathan Vaughters y residencia en Girona, hacia esta gracieta por twitter:

Este deporte no tiene remedio. Y atentos a la ola de propaganda sobre que Gaumont se lo ha buscado, como si la ruleta de los salvajes noventa -y su continuación- no vaya a seguir, al azar, con más gente. Al menos Gaumont contó lo que sabía: por eso tenía un bar y no un equipo ciclista. Por eso Manzano es jardinero y no auxiliar de un equipo. Por eso Jaksche estudia Económicas en Austria y no conduce coches para la organización de la Vuelta. Por eso el ciclismo nunca cambiará.
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El ciclismo que cambia: Ekimov dice que Moreno debería apuntar a la clasificación general del Giro de Italia. Lean de nuevo la frase e intenten contener la risa. Sería el primer corredor engominado que aspira a la general desde los tiempos de Coppi, porque desde entonces los engominados se concentraron en los sprints. Y Moreno es más Moreno di Biase que Cipollini.
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Amador, uno de los ciclistas jóvenes que más me gustan, se cayó en la Lieja y se rompió la clavícula por ¡quinta! vez en su carrera, a pesar de su tierna edad. 
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Sigue la gira triunfal de Freire por las plazas fuertes de este país. Es merecido, igual que también merecería que le preguntasen por todo el outing del Rabobank, Geert Leinders y demás, aunque simplemente fuese para cubrir el expediente: pues ni eso. Esta entrevista en La Vanguardia, que ha dejado de ser un periódico hace años, es una buena muestra: que si el primer Mundial cambió su carrera, que si se ha sentido poco valorado en España...desde luego, el periodista se ha trabajado mucho la entrevista.

Por cierto, a ver si alguien avisa a Freire de que se puede encontrar muy cómodo en ese discurso tan suyo de que siempre ha corrido en equipos de fuera, pero que mejor así que haber tenido de directores a Saiz o Unzué ("tu vete al doctor si quieres mejorar, Paco").
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El libro de ruta del próximo Giro de Italia, disponible. Cuando era más pequeño soñaba con algo así, para memorizarlo y atesorarlo. Estoy seguro que, de haber tenido alguno en su momento, me habría aprendido hasta los tiempos de paso. Ahora llegan, algo así como una década después de que sea tecnológicamente posible colgarlos de Internet sin coste alguno. Creo que en el ciclismo todo llega un poco tarde.
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Outside magazine, la revista americana inclasificable -sería como si la quebrada Coronel Tapioca y De la Quadra Salcedo sacasen una publicación-, y que se dedicó a lamer el culo a Armstrong con lujuria y durante décadas, ensalza ahora a Talanski con una interesante entrevista.
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Nike, el imperio de ropa deportiva caracterizado por su mal gusto y su pésima política de marketing -recuerden que siguieron apoyando a Armstrong en los días inmediatamente posteriores al informe Usada, para después desdecirse-, realiza otra metedura de pata de órdago. No es que retiren la camiseta, es que nunca la tuvieron que hacer. Para esas cosas ya hay otras marcas. No es por nada, pero no me imagino algo de Adidas o de Reebok en esa línea, pero ya les digo que con Nike puede ocurrir cualquier mierda. Ya estoy esperando la siguiente, tipo zapatillas deportivas con piel de delfín.
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En Australia siguen con su particular awakening de la edad de la inocencia: ahora un bioquímico cuenta como asesoró a jugadores de las ligas profesionales del país antípodo para evitar daños duraderos en la salud. Como no había controles de ningún tipo, todos iban a tope. Del país de Neil Stephens yo me espero cualquier cosa.
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¡Uf! A Gatorade UK le va a salir cara esta campaña.... 
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Por contra, esta campaña es barata y efectiva. También muy, muy antigua y conocida. Hubiese bastado con leer los escritos de Daniel Kanheman a su debido tiempo. 
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Muy bien, jo que guay, pero ¿qué aportan?